El “Reto de los 30 meses” que le prometí hacer a Nessa G. los últimos lunes de cada mes, hoy y excepcionalmente, se ha convertido en un martes (al menos en esta parte del mundo)… Disculpa este olvido.
¡Vamos a cumplir, pues!
Dibujo: Nessa G.
– Esos ojos y esa sonrisa hace años que no se dejan ver. A ti te pasó algo…
– Bueno…, digamos que este fin de semana conocí a un tío cojonudo en “La mar salada”, el pub de moda ese al que te llevé hace cosa de un mes.
– ¿Fuiste sola, tía?
– Buff, tenía ganas de una copa. Salí del curro hecha una puta mierda y necesitaba desconectar… ¡Todo el santo día al teléfono! Necesitaba ruido exterior para acallar mi barullo mental.
– A ver, vete al grano de una vez, pesada.
– Jajaajja, mira quién habla.
Pues nada, estaba sentada en un taburete pegada a la barra. Y, nena, se me acercó el pavo más interesante- al menos físicamente – que he visto hasta ahora. Resultó que era interesante también por la conversación que mantuvimos. Conectamos al momento mentalmente.
– Sí bueno. Sigue, sigue.
– Después de darnos cuenta de que toda la peña se había pirado, decidimos abandonar el local nosotros también.
– ¡¿Y qué pasó?!
– Tía, tranqui.
Pasó que me besó.
¡Que pedazo beso, hermana! Me puso a mil en cero coma.
No sé cómo, pero en un plisplás ya nos estábamos dando el lote en el callejón que hay detrás del garito. Vamos, que nos pegamos un repaso guapo.
– ¿Te lo llevaste a casa, putón?
– Jjajaja. No
– ¿Cómo que no?
– Pues eso, que no.
– No entiendo.
– ¿ Qué no entiendes? Lo que quisimos hacer desde un principio lo hicimos. ¿Para qué, entonces?
– No sé, para seguir dándole al tema, digo yo.
– Decidí, pese a mi lamentable estado, que lo mejor sería que cada mochuelo se fuera a su olivo.
– ¿Y qué le pareció a él?
– Se lo tomó de pinga. Resulta que está casado.
– ¡No!
– Sí.
– No pareces muy afectada. Todo lo contrario.
– ¡Y tanto que no! Quedé con él el próximo finde. A ver qué pasa.
– Sabes perfectamente qué pasará.
– ¡Carallo si lo sé!
M. L. F.